Primera parte de la intervención en la
mesa redonda organizada por la Plataforma por la Educación Pública
de Águilas.
Quizá para entender mejor el tono de
mi intervención convenga tener en cuenta que, además de integrante
del STERM, soy profesor interino de Secundaria. Concretamente
profesor de Filosofía.
Un profesional que además de empeñarse
en darle forma a un temario, se dedica a la investigación filosófica
e intenta, a la par, que el alumnado haga eso a lo que tanto miedo
parece tener el señor Wert: Pensar por sí mismo.
Digo eso de que me dedico a la
investigación filosófica, no para darme el pegote ni por ausencia
de abuela, sino para señalas que la Estética, la Ética, la
Filosofía Política o la Filosofía del Derecho son los ejes sobre
los que se mueven mis reflexiones y que, en relación a este último
campo, no es la primera vez que me enfrento a un texto legal; sea una
ley, un borrador o una sentencia...
Y, la verdad, he de decir que hacía
tiempo que no me encontraba un disparate tan peligroso como este.
Cuando hacíamos la radiografía del
primer borrador de este proyecto de ley yo medio bromeaba diciendo
que si un alumno o una alumna me presentaba semejante cosa como
trabajo en 1º de Bachillerato, lo suspendía y lo mandaba a
Septiembre.
No en vano es un borrador mal
redactado, que a veces parece fabricado con el método del
recorta-pega y sacado del rincón del vago.
Otras veces parece que el señor Wert
ha ordenado a alguien que busque en las normativas pre-existentes
todas las palabras que parecen producirle urticaria y ha mandado que
sean eliminadas: Pluralidad, participación, autonomía, integración,
equidad,...
En cualquier caso es algo que debería
ser utilizado en la carrera de Derecho a modo de ejmplo de cómo no
deben construirse las normas jurídicas.
Con el segundo borrador me ocurre un
poco lo mismo. Es como si ese alumno o esa alumna suspensa me hubiese
presentado un trabajo en Septiembre, embelleciendo un poco su
preámbulo, confiando en que no leyera el resto.
Pero sucede que me leo las cosas de
principio a fin.
Y si antes decía que el primer
borrador era, en la forma, algo que carecía de la más mínima
calidad pero que en el fondo era muy peligroso; ahora es peor. De un
lado parecen llamarnos tontos... De otro parecen decirnos “¿Que no
queríais sopa? Tomad dos tazas”
Este nuevo proyecto es más segregador,
más antidemocrático y más retrogrado que el anterior... y no
obedece sino a la intención de sepultar en cal viva cualquier
posibilidad de hacer germinar una educación pública de calidad,
rica y plural, crítica y autocrítica.
No se dirige a sentar las bases para
que una ciudadanía libre adquiera conocimientos y destrezas. Al
revés, sienta las bases para formar siervos o vasallos.
En las siguientes fases de esta mesa
redonda y en el coloquio colectivo podremos detenernos en diversos
aspectos del segundo borrador de la LOMCE.
Yo querría incidir en esta primera
parte de mi intervención en que es una norma que nos menosprecia.
Nos menosprecia a quienes trabajamos en la enseñanza. Nos
menosprecia a padres y madres. Y nos menosprecia a alumnos y alumnas.
Creo, personalmente, que no deberíamos
asumir el desprecio como destino. Antes al contrario, rebelarnos
contra quien nos ningunea y considera nuestros derechos, con el
derecho a la educación a la cabeza, como algo pisoteable.
En esa segunda parte del coloquio no
deberíamos sólo profundizar en las entrañas de este monstruoso
proyecto; sino intentar contestar a una cuestión: “¿Qué hacer?”
Ver cómo, de abajo a arriba, generar
espacios no sólo de resistencia sino de imaginación.
Ver cómo dejamos de ser sparrings para
dar pasos autónomos en cuantas direcciones nos parezcan oportunas.
No basta con aguantar el embite.
Estamos ante una dura batalla de ideas. Y no podemos renunciar a
generar nuevas y más audaces propuestas.
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