lunes, 2 de diciembre de 2013

De la Desobediencia Civil a la Desobediencia Social.


En el seno de la Escuela Sindical organizada por LA INTERSINDICAL el pasado mes de septiembre en Cieza; realicé una intervención dentro de una mesa redonda sobre formas alternativas de lucha y de movilización con el título que encabeza estas líneas.
Mis palabras partían de la necesidad de acercarse a conceptos, a ideas, que manejamos más o menos habitualmente; desde una reflexión que ha de ir más allá del análisis de lo inmediato.
Además intentaba huir de la jerga de rufianes que nos caracteriza a quienes, mejor o peor, nos dedicamos a esto de la Filosofía; para invitar a abrazar la filosofía política, la ética o la filosofía del derecho, sin grandes miedos.
Lo que siguen son las notas de esa charla, no su transcripción. Espero que sirvan para animar los debates que sobre desobediencias vuelven a ponerse encima de la mesa.

La reflexión parte, precisamente, de lo mucho que se repite últimamente en según que foros, dinámicas y movilizaciones un concepto peculiar que parecía cosa del pasado: El de “Desobediencia Civil”.
Hace ya unos cuantos años, Malem Seña, en un libro dedicado a este ilegalismo recordaba una cita de Plamenatz que en 1968 afirmaba: “La obligación política es un tema pasado de moda”.
La realidad es cabezona. Y si las primaveras del 68 pusieron en la picota la tendencia a pensar en pasado la desobediencia; la insumisión al servicio militar obligatorio en el Estado Español obligaría a replantear algunas de las cosas recogidas hasta entonces en los libros de Filosofía.

Ahora bien ¿de qué hablamos cuando hablamos de Desobediencia Civil?
De una intervención socio-política que se ve a sí misma legítima en el marco de los estados democráticos de derecho. Un acto voluntario, intencional, premeditado, consciente, público, colectivo, preferentemente no violento, que pretende o se expresa mediante la vulneración de una ley, disposición gubernativa u orden que se considera inmoral, injusta o ilegitima. Busca un bien colectivo, apela a la comunidad y persigue un cambio legal.

Curiosamente muchas de las cosas que englobamos bajo el paraguas en que a veces se convierte el término, no casan con su definición.
No pasa nada. La desobediencia Civil se define en la práctica tanto o más que en la reflexión académico-doctrinal.
Pero que el concepto tenga fronteras permeables no quiere decir que no las tenga.
En ese sentido viene bien llamar a las cosas por su nombre, para no perder la batalla de las palabras; que es también la batalla de las ideas.
Viene bien cuidar una palabra que, por lo demás, no nos pertenece; por que hay usos de la misma con los que difícilmente podríamos identificarnos, como ciertas objeciones fiscales justificadas en base a políticas segregacionistas y racistas.
Y viene bien pasar a utilizar otros conceptos, como el de desobediencia social.

¿En que sentido social? En el sentido al menos de extender una cultura de la desobediencia, incluso de la desobediencia como virtud. En el sentido también de mimar el pequeño gesto, lo que cabría denominar micro-desobediencias. Cara por ejemplo a desmontar la LOMCE desde su inaplicabilidad estas son una buena herramienta.
Quizá toque ir preparándose para el combate abierto, al menos en lo que hace a las resistencias activas y pasivas. Sin ir más lejos en las respuestas antirrepresivas.
Sin olvidar, por ejemplo, que el sabotaje bien entendido puede considerarse una de las bellas artes.

Importa, en esta apertura, aunar lo político, lo social, lo jurídico, lo moral,... y lo psicológico. Por que desobedecer, como pensar, cuesta. Y a desobedecer hay que aprender, a veces tragándose sacos y culebras.
Sin ir más lejos la adopción de la táctica o estrategia militar y su traslación al conflicto social (basta pensar en algunas expresiones de lo que se llamó 'bloque negro') nos suele generar, con razón, problemas de toda índole (valores, ideas,...) que hemos de atender.
Pero se puede y se debe ir mucho más allá. Una idea como la del cuerpo como espacio y herramienta de desobediencia no tiene por que reducirse a las estrategias de contención de las cargas policiales. Eso sería paupérrimo. Vinculado a algunas corrientes de las teorías Queer tenemos el pornoterrorismo; que más allá de su talante performativo nos introduce de lleno en un conflicto en el que la desobediencia lo es no sólo hacia normas legales sino hacia valores culturales y morales.
El campo de posibilidades es inmenso. Hay que pensarlo... y llevarlo a la práctica.