miércoles, 16 de enero de 2019

BRONCE

El pasado 15 de Diciembre Charo serrano presentó en Itaca su plaquette Bronce.
Tuve el inmenso placer de presentar el acto.
Esta es la transcripción de esas palabras.





Para Charo,
por ser y estar.


Para mí es un placer, por muchas razones, estar hoy aquí presentando a Charo Serrano y hablando de esta propuesta estética que es BRONCE.
Al margen de la amistad que nos une, uno no puede dejar de olvidar que, como gestora cultural de La Guarida, en Cartegena; Charo fue la que me invitó a realizar un recital en el que entonces era yo quien presentaba una plaquette.
Ella es también la que me implicó en ese proyecto maravillos que es la revista cultural “el vuelo del flamenco”; a cuyo equipo editorial ambos pertenecemos.
Y es la persona que, en definitiva, me abrió las puertas de la ciudad en la que ahora habito: Una Cartagena que vive -contra viento y marea, a veces- una primavera poética de una amplitud y fuerza que, salvando las distancias, podría equipararse a la de los primeros años de esto que llamamos democracia; con colectivos como Abraxas y espacios como el Arlequín. O, posteriormente, aquel diván poético intalado en Ficciones.
Por otra parte, junto a Lázaro Díaz coordina el taller de escritura creativa “La Rayuela”, en la barriada de Santa Lucía.
Ha colaborado en distintos actos de DESLINDE, el festival de poesía de Cartagena. En esta última edición, por ejemplo, en el programa “Poetas a la cárcel”.
Y sus poemas pueden leerse, además de en su blog y diversas publicaciones en red; en las revistas “Con Luz y Poesía” y “Cuerno de la Luna”.



Hoy nos presenta BRONCE, una propuesta estética llevada a cabo con humildad y, a la vez, con valentía; realizada artesanlamente y en la que se dan la mano lo natural y lo artificial a través del reciclaje.
La base física de esta propuesta es la reutilización de las carcasas de CD´s.
A ellos se suma ese guiño a la naturaleza dolorida que es la rama quebrada... y una llamada a la naturaleza revivida presente en los detalles -el marcapáginas, el cartonaje,...- y los versos en ella contenidos... generando un conjunto, un ecosistema que se complementa y amplía atendiendo al todo; desde el envoltorio al haiku inicial.
El libreto interior es un breve pero intenso poemario que, con una cuidada y limpia edición, en imprenta clásica, nos trae una voz implicada, coherente y potente.
Estamos ante una edición manufacturada de cien ejemplares, numerados, que hacen de la propuesta algo distinto y especial; capaz de establecer un diálogo íntimo e individual con quien la sostenga en sus manos.

Vivimos en una época en la que las tiradas reales de las primeras ediciones de los libros de poesía, al menos de las editoriales pequeñas, no son mucho mayores a la cifra indicada.
En una época en la que editar, autoeditar, es sólo una cuestión de dinero (no tanto) y es más fácil que nunca.
En una época en la que parece que el valor de un libro se mide, bien por la inmediatez, bien por el peso,...
En una época marcada por la caducidad rápida y que, aún así, se permite despreciar lo frágil, lo realizado a pie de calle, el detalle,...
Lo que ha hecho Charo es romper esa lógica temporal y esa lógica del valor (del fetichismo de la mercancia, que diría el viejo Marx) para situarse en otro discurso: El de la reivindicación de los pequeños formatos. Pequeños formatos que acogen en su interior aventuras -como BRONCE- de alto voltaje.

En este sentido BRONCE nos invita a pensar la plaquette y a salvarla del prepotente reduccionismo a que se la reduce.
No, no estamos ante una obra parcial para uso dentro del gremio de poetas, a modo de adelanto de una obra mayor; que es una de las definiciones de este galicismo.
Estamos ante una obra acabada, autónoma, que se presenta como tal para ser degustada y valorada.
Por desgracia aún hay quien encasilla plaquettes, placards, fancines y revistas bajo el calificativo de “obra menor”
A esas personas les podría recordar, como decía mi maestro Nicolas M. Sosa, lo endebel del dicho escolástico de “quien puede lo más, puede lo menos”... porque en realidad quien no valora lo menos ni valora ni puede lo más.
Pero es que incluso esta argumentación queda superada por poemarios como este, en los que no sólo lo menos es más; sino en lo que carece de sentido la dicotomía menor/mayor.
Estamos ante una ruptura de la jerarquía estética que hunde sus raíces en la contracultura y que precisamente se expresa en dinámicas contrahegemónicas, habitando las grietas de lo establecido y lo común, demostrando que hay otras maneras de mirar y hacer: fragmentarias, rizomáticas y, sobre todo, vivas.
No ha de extrañar, por tanto, que la de Charo sea una poesía con ánimo de mestizaje e hibridación, que alimenta y se realimenta de otras artes: la fotografía, el vídeo, la música,... o, como hoy, la danza muda y performativa, para la que contamos con Susana Olmo; especialista en teatro y danza inclusivas.



BRONCE es, en buena medida, Charo. En este microespacio se condensa parte de su poética.
La otra discurre aún más libre en su voz, de recital en recital,...
La poesía de Charo serrano, y no quiero decir que se parezca a lka del poeta de Orihuela, es una poesía hernandiana.
Hernandiana en el sentido de que su verso emana de tres heridas siempre abiertas: La de la vida, la del amor, la de la muerte.
No por ello deja de haber algo de lorquiano en alguna de sus metáforas. Cabe también entrever a Pizarnick. Y nada de ello quita para que sea una voz propia.
Si bien es cierto que a la escritura se le puede atribuir un poder terapéutico; la de Charo, que en no pocas ocasiones surge de las entrañas mismas de la existencia, no se limita a exorcisar demonios del pasado: Los invoca y los muestra.
La suya es una poesía vitalista, más que biográfica, de tal foma que nunca es fácil saber si desnuda su espíritu en ella o nos desnuda a quienes la leeemos verso a verso.
Y lo abarca todo, o casi: La niñez y la vejez, la enfermedad y la muerte, el amor y el desamor, la soledad y la amistad, el vacío y la plenitud, el pasado y el futuro, lo justo y lo despreciable, los paisajes de la mente y los paisajes que nos rodean.
Lo hace, además, con una variedad de recursos llamativa: Desde la palabra oscura a la expresión cristalina; desde el torrente de voz que en una sola oración se erige en poema a la división estrófica, ora simétrica, ora aparentemente aleatoria; desde el verso largo al monosilábico; desde el descabalgamiento audaz a una peculiar manera de forzar los verbos, que abre la puerta a otras realidades.
Y todo desde un verso libre.
Porque la suya es, en definitiva, una poesía para la libertad. Una poesía para liberarnos, sea leyéndola o, como ahora, escuchándola.



viernes, 11 de enero de 2019

Barrio

Me gusta el barrio donde vivo
porque tiene una de las tiendas
más maravillosas del mundo.
Hace frontera
con el resto del universo:
Allí donde las calles
empiezan a ser calles
y las casas
son algo más
que fantasmas derruidos.
Está llena de imágenes religiosas,
de figuras de porcelana;
de latas en permanente lucha
contra el óxido,
que en su día contuvieron
tabaco
o jabón;
de juguetes
que van más allá
de mi infancia,
como ese caballito que tira de
un carro desde hace casi
siglo y medio.
Y de libros.
Sin estar todos,
están todos los libros.
Mis dedos se han hecho
al polvo de la vieja filosofía.
Pero sobre todo a la poesía.
A la poesía de aqui.
La que brotó
de aquellas personas que
nacieron o vivieron
en esta ciudad
en la que mis versos
se atascan.

Al lado
Espartaco
libró sus primeras batallas
desde las lejas,
el mostrador
y la trastienda.
Ahora este asfalto
roto
y este adoquín
traspuesto
hablan árabe, ucraniano, francés,
otras lenguas que apenas adivino a identificar
y ese castellano de calle,
de escalera vieja,
de esquina
y de noche.
Todas las lenguas de la derrota,
la supervivencia
y la resistencia,...
incapaces de plasmarse en papel
porque ya no hay cartas
ni hay destinos.
Aquí pasó la guerra
y vino para dejar su sombra,
para que se mezclara
con las sombras
de las otras guerras
que después vinieron:
La del abandono,
sí.
Y la de la indiferencia.
Y la del menosprecio.
Pero también aquellas
que cruzaron
mares
o montañas
aferradas
a las heridas
de la espalda
de quienes soñaron
con esta tierra.
Soy,
es verdad,
un extraño sobre este suelo,
en la umbría de las callejuelas
que perviven;
bajo el sol que se cuela
en la ausencia de
los viejos edificios.
Quizá es el eco de tus pasos,
que me rescata de mis exilios
interiores;
o la silueta de tu caminar
que viste de piel
el ladrillo visto;
los que hacen que me funda
con el día a día
contra tanto pasado olvidado,
contra tanto presente decrépito
y contra tanto futuro incierto.
Me gusta el barrio donde vivo
porque, a veces, lo ilumina tu presencia.