viernes, 28 de junio de 2019

Ayer mañana.

Todo es tiempo.
Tiempo que necrosa los huesos
como corroe el yeso,
destruyendo de dentro a fuera los pasos,
degradando la eternidad de los dedos.


Todo es tiempo.
Saturno devora a Cronos y,
con él, cualquier atisbo
de caricia.


No. No era este el presente
al que apenas ayer
aspirábamos.

martes, 25 de junio de 2019

Tramoya.


La escena es un cuadrilátero
cuyas cuerdas
dejan escapar
la materia, la forma
y las sombras.

El presente de una historia
torna olvido y pensamiento,
frustración, vida, sensación,
presencia, sonrisa,...
e incluso placer.
Placer que habita
en los rincones,
agazapado,
como ese tiempo tangible e intangible
del deseo, la locura y la mirada.

Mudanza y costumbre,
despedida y saludo,
amor,
noción de amor,
nada,
todo,...

La escena es un cuadrilátero
y la trama una búsqueda:
La de una caligrafía
contra la desmemoria.

martes, 18 de junio de 2019

Pregunta.



Ahogo en el paladar el secreto
de un sueño ya imposible que oculta
las sombras de unas manos 
amputadas, de una piel muda que
se aferra tanto a ventanas abiertas a
soles ausentes, como al recuerdo
de un vientre furioso e insaciable.

¿Qué puede ofrecer este silencio
sino la muerte lenta de una carne 
impotente, atravesada por un sin 
fin de deseos y de olvidos?

miércoles, 12 de junio de 2019

LEYENDO A WALT WHITMAN EN CARTAGENA

El pasado 1 de Junio tuve el placer de participar 
en la presentación del la antología de poemas de Whitman 
"Yo soy el Poema de la Tierra
leyendo el Canto del hacha.
 El acto tuvo lugar en La Montaña Mágica de Cartagena
y de ese reencuentro con la obra de Walt Whitman surgen estos versos.



Yo soy también un poema de la tierra
y me canto a mí mismo como te canto a tí y a vosotras y a vosotros.
Y desnudo mi cuerpo en busca de tu cuerpo, abriendo mis brazos cuando abres tú los tuyos.
Y os beso en los labios, compañeras, compañeros,
de la misma manera que pongo flores en vuestra cabeza.
Y canto al verbo nacer como nacemos lluvia, o hierba, o viento sur, o mar;
aunque sea una mar cementeria, oscura, teñida de la desesperación del otro.
Un verbo nacer que duele y ama y copula y duerme y sueña estéticas sin territorio.
Por eso canto a la nación sin fronteras, desentrañando de mi adentro la extraterritorialidad; deteniendo los instantes de vida siquiera un segundo.
Soy Olmo enfermo, no Secuoya, que bebe de ríos muertos ya lejanos y mantiene sus raíces en el aire...
pero reverdece con cada mirada, cada caricia, cada conversación, cada lucha,
tornando manantial, riachuelo, rambla, afluente, río, lago,
abriéndome en delta a amores oceánicos.
Blando un hacha que sólo corta el aire que os daña y ansía decapitar la desfachatez de los poderosos.
Y no tengo capitán, aunque sí destinos.
Mi canto es para quienes no somos nada y lo somos todo.
Para esa masa anónima, con todos sus rostros y sus voces y sus silencios y sus sombras;
para ese todo, para toda esa humanidad, que aún tiene que echar a andar.
No estoy sólo aquí dentro sino ahí afuera también. Soy un poema más de una tierra inhóspita.
Y canto a la hospitalidad como rebeldía y a la insolencia como afirmación de la vida.

martes, 11 de junio de 2019

París (sin destinos ni espejos)



Nos iba a quedar siempre París,
pero jamás volvimos.

De la misma manera que
el polvo
acumulado sobre los libros
que compramos en las inmediaciones
del Sena
fue cayendo de nuestras manos
a la nada;
nuestros pies olvidaron
aquellas escaleras y callejuelas,
el extrarradio de los mapas turísticos,
las estaciones de tren y de metro,
los grandes bulevares,
las avenidas,
las barricadas de ayer y de mañana,...

También
ese vacío en el que nuestra mirada
buscaba
el eco de La Comuna,
del 18 Brumario,
del exilio que no regresó
de un mayo en abril.

Y aquella alfombra
sobre la que lo hicimos
sin protección
por si era verdad
aquello
de que los hijos
venían de esta ciudad.

A veces nos reíamos
poniendo en boca del comisario
Maigret
conceptos como los de
conocimiento
por connaturalidad
y concomitancia.

Otras nos escondíamos
tras las sombras de
Benjamin y Kracauer,
ente notas musicales
y pasajes perdidos.
¿Te acuerdas?
No teníamos tocadiscos
pero en Jouffroy compramos
aquel vinilo de Offenbach.

Los museos
y los cafés
siguieron perfectamente sin nosotros;
de la misma manera que la libertad
sigue guiando al pueblo
encarcelada
entre cuatro paredes.

Era media noche en un reloj que atrasaba.
A la postre,
fuimos como el chaparrón intenso
que desaparece sin dejar rastro
filtrándose en ese otro París de ultratuma
y cloaca,
ese que no se ve
y que siempre nos quedará
aunque no podamos volver.