viernes, 25 de abril de 2008

Hibridaciones a ruedapié

El de hibridación es un concepto procedente del mundo de las ciencias naturales que, de un tiempo a esta parte, viene empleándose también en las investigaciones antropológicas, sociológicas, estéticas, filosóficas,… y en ese cajón de sastre que, en definitiva, son los denominados estudios culturales.
No es, precisamente, un concepto unívoco. De hecho es posible encontrarlo referido a significados distintos y tiene una carga de equivocidad de la cual parece no querer desprenderse. Además su traslado desde la genética (aunque en español es también un término químico) no ha estado exento de polémica.
Sin embargo el modo de pensar las identidades, la cultura, la diferencia, las desigualdades, los procesos descolonizadores, los flujos interétnicos, las dinámicas globalizadoras, los entrecruzamientos artísticos… se ha visto sacudido por la irrupción de ese término. Una irrupción que ha modificado algo más que las maneras con que hablamos de esas y otras cuestiones.
¿A qué hace referencia la palabreja de marras, en esos ámbitos? A los más variados procesos socioculturales en los que estructuras y prácticas que existían de forma separada con anterioridad se combinan o acoplan generando nuevas estructuras, nuevas prácticas, nuevos objetos o nuevos sujetos.
Así planteado es un concepto que permite lecturas abiertas y plurales de mezclas y alianzas de todo tipo, más allá de la unión de pares (local/global, tradición/innovación, centro/periferia, rural/urbano, Norte/Sur…). Un concepto que obliga a repensar nociones vinculadas a otros procesos parejos (migratorios, de intercambio económico, comunicacionales, identitarios, de integración, de recuperación…) desde la conciencia de la ambivalencia e incluso contradicción que pueden conllevar, asumiendo que el conflicto es un agente que opera en unas dinámicas en las que hay lugar incluso para el desgarramiento.
Se trata, pues, de procesos más de intersección y transacción que de ósmosis, en los que no todo se reduce a fusión y cohesión sino que, antes bien, confrontación y diálogo también juegan su papel.
Puede plantearse que hibridación matiza, envuelve e incluso hace suyos otros conceptos como los de mestizaje, sincretismo, transculturalidad o creolización, entre otros.
Por lo demás, en cuanto que noción relativa a una realidad procesal, constituyente, en movimiento (se habla de hibridación no de hibridez) no debe olvidarse que el término en cuestión se define y llena de sentido no sólo desde la teoría sino también, igual o más, desde la praxis.

(Continua...)

Este artículo fue publicado originalmente en la revista Página Abierta, 183, julio de 2007.

Al respecto recomiendo visitar la página de la compañía de danza integrada Ruedapies.
También puedes pasarte por Cuerpo y Movimiento.

miércoles, 16 de abril de 2008

La ciudad como museo.

La ciudad como museo:
arquitectura y enseñanza de la filosofía

Que el entorno inmediato es educativo, es algo hace tiempo asumido. La calle, el barrio, el pueblo, la urbe, el parque, la margen del río, la orilla del mar, la montaña recortando el horizonte… son fuentes de educación y lugares para esta. De ahí que afirmar, para empezar, que la ciudad es educativa per se; no es decir nada nuevo.
El día a día de la planificación urbana, de las actividades culturales y deportivas, de los problemas medioambientales o de salud, del transporte, la movilidad o la accesibilidad, de las cuestiones económicas o presupuestarias, de la seguridad, del ocio,… incluye, genera y permite, directa o indirectamente, diversas formas de educación de la ciudadanía.
Y no es sólo que, grande o pequeña, la ciudad disponga hoy de numerosas posibilidades educadoras, desde los centros de enseñanza formal y reglada a los Departamentos de Educación y Acción Cultural (DEAC) de los Museos, pasando por las tareas educativas desarrolladas por las distintas áreas de los gobiernos locales o un buen número de iniciativas provenientes, bien de la empresa privada, bien de la población organizada.
La ciudad es educativa desde las esquinas, incluso cuando perdura el olor a orín o vómito, a los jardines, pese a que las papeleras parezcan a veces un adorno superfluo; desde un río que pueda atravesarla, aunque se lo mire con indiferencia e incluso rehuya, hasta ese mar que de un tiempo a esta parte las localidades con puerto vuelven a recuperar para la vista; desde el atasco y las obras por definición interminables, al incatalogable universo de miradas y expresiones que habitan las paradas de autobús o los vagones de tren; desde el jolgorio de la fiesta a la rebeldía de la manifestación; desde las losas levantadas, los baches o las farolas rotas, hasta a los luminosos escaparates, los focos que alumbran y deslumbran algunos rincones significativos o las luces de Navidad; desde la jeringuilla abandonada, las monedas sobre la funda de una guitarra o los clinex ofrecidos en el semáforo, a los trajes y peinados de nochevieja, los bambos con cámara de despresurización y bombona de oxígeno o los churros con resaca de los viernes por la mañana; desde el vestigio urbano del pasado a la relumbrante firma del presente inscrita sobre nuevos iconos de futuros pretéritos; desde la contraportada de un periódico gratuito tirado a la puerta de una gran superficie comercial, a la amigable discusión en la barra de un bar o el saludo en un viejo colmado en cuyo letrero se dan la mano la escritura cúfica y el alfabeto romano.
Pero que la ciudad sea educativa por todos sus costales; que nos formemos y aprendamos conforme vivimos en ella; que nos brinde un sin fin de posibilidades pedagógicas y didácticas; no significa que la ciudad sea educadora. Ambas cuestiones están más que íntimamente relacionadas, sí; pero no son sinónimas. Una y otra dejan claro que la educación comprende muchos más parámetros y agentes de los que habitualmente suelen reconocerse (familia, escuela) y que implica a toda la sociedad, no sólo a una parte de esta delimitada en función de la edad. Pero si la una es una realidad que se impone, la otra se constituye en conjunto de proyectos. Si una se asienta sobre una relación habitante-hábitat hasta cierto punto pasiva, seguidista o cuando menos adaptativa, aún cuando puedan reconocerse resistencias diversas; la segunda tiene un carácter activo, claramente intencional, autoconsciente.

Continúa...

lunes, 14 de abril de 2008

Ius Resistentiae

DE LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA A LA DESOBEDIENCIA COLECTIVA EN EL ÁMBITO LABORAL.


Resumen:

Mirando de reojo a un ámbito -el sanitario- en que los conflictos éticos y legales han alcanzado notable relevancia; este artículo plantea una reflexión sobre la desobediencia al derecho en el espacio laboral y su posible justificación desde una perspectiva en que ética y filosofía del derecho se dan la mano.


Palabras clave:

Ius resistentiae, objeción de conciencia, desobediencia civil, sabotaje, Derecho laboral.


Abstract:

Watching to an area - the sanitary - in which the ethical and legal conflicts have reached notable relevancy; this article establishes a reflection on the disobedience to law in the workplace and its possible justification from a perspective in which
ethical and philosophy of law are interconnected.


Key Words:

Ius resistentiae, Conscience Objection, Civil Disobedience, Sabotage, Labour Law.


Publicado en el número 11 de la Revista Telemática de Filosofía del Derecho.


domingo, 13 de abril de 2008

El Derecho en las aulas.

El pasado curso se dio a conocer la preparación de un convenio entre la Comunidad Autónoma y el Tribunal Superior de Justicia de Murcia con el ambicioso objetivo de ‘educar en justicia’. La iniciativa importa una experiencia ya desarrollada en otras comunidades autónomas, como Madrid, que ha encontrado cierto eco en los medios de comunicación tanto regionales como estatales.

Se trata, básicamente, de un programa de actividades complementarias dirigido al alumnado de ESO y Bachillerato, consistente en la proyección de vídeos, conferencias y coloquios de magistrado-jueces, teatralización de juicios y visitas a los propios Tribunales de Justicia.

La jurisdicción penal (la del menor, por afectarles directamente, y la general, por resultar más atractiva que otras ramas del derecho) será el ámbito en torno al cual gire, preferentemente, una iniciativa que pretende dar a conocer entre los y las jóvenes el funcionamiento de la Administración de Justicia.

Es sin duda un proyecto interesante que, al margen de que algunas cuestiones tanto de fondo como de forma puedan estar sujetas a discusión; merece encontrar un hueco incluso más allá del ámbito de las actividades complementarias. En el propio Currículo (¿por qué no?) al menos en la forma de una transversalidad integradora, y no de mero trámite.

Y ello aprovechando que el Derecho, como conjunto de normas, como aplicación efectiva de estas, como disciplina o saber, como realidad social, como objeto de reflexión,… no es algo ajeno a las aulas.

Está presente, sin ir más lejos, en la misma vida interna de los centros, en el devenir cotidiano de sus normas internas, en la plasmación efectiva de su sistema sancionador. Tiene, por eso, un importante espacio en la acción tutorial. Y no sólo por ser las tutorías un lugar para comunicar los entresijos de los reglamentos internos o repasar derechos y deberes de la comunidad educativa. Sino por permitir (que no propiciar y mucho menos asegurar) cosas tales como el ejercicio del poder constituyente si quiera de forma fragmentada, favorecer el rescate de ideas y modos propios del antaño apreciado uso alternativo del derecho, encarnar en lo cotidiano el garantismo o la restauración jurídica, entre otras posibilidades. Por eso debería pensarse no sólo en acercar los vericuetos del universo jurídico a los y las estudiantes, sino al propio profesorado, vía programas de formación específica.

Por otra parte, además de estar presente en diferentes actividades complementarias ya asentadas en buena parte de nuestros colegios e institutos (como los programas de educación vial o de prevención de drogodependencias); el Derecho forma parte, directa o indirectamente, del currículo de diferentes áreas y materias.

Quizá vengan a la cabeza, automáticamente, asignaturas como la “Formación y Orientación Laboral” o “Transición a la vida adulta y activa”, con aquellas ‘cajas rojas’ editadas por el MEC en 1992; por no hablar de la existencia de nociones de derecho administrativo, comercial, de la empresa,… en los módulos de Formación Profesional.

Sin embargo la presencia de elementos jurídicos puede rastrearse en otros rincones de nuestro sistema educativo. En la Filosofía, por ejemplo. Las asignaturas de Ética y Filosofía I, son dos de esos lugares en los que el Derecho lleva tiempo ya protagonizando unidades didácticas.

En uno y otro curso, aunque desde diferentes perspectivas y con distinta profundidad, se abordan cuestiones, ideas y conceptos tales como la legitimación del poder o de la autoridad política, el antes citado pero tan poco conocido poder constituyente, la legitimación de las leyes; la relación entre Derecho y Justicia, entre lo legal y lo justo o entre derechos y deberes; las características, finalidades y exigencias del derecho democrático; las diversas tendencias iusfilosóficas y las diferentes teorías de la Justicia;… y un tan largo etcétera como acierto se haya tenido a la hora de planificar el desarrollo temporal del curso.

Así las cosas, hay un objetivo y contenido actitudinal específico de la programación anual de Filosofía que coincide con uno de los objetivos generales del programa de acercamiento a la Administración de Justicia: La adquisición de una actitud de respeto hacia la ley.

Desde la Filosofía, sin embargo, se añaden unos matices: Esa actitud de respeto hacia la ley ha de ser, al mismo tiempo, una actitud crítica hacia ella de manera que sea plenamente compatible la adquisición, paralelamente, de una actitud de rechazo hacia las leyes ilegítimas.

En ese contexto, de unos años acá, ha hecho su aparición en algunos libros de texto un concepto como el de Desobediencia Civil. Un concepto que, en estos tiempos en que la disciplina o indisciplina, el respeto o la falta de este, la autoridad o ausencia, insuficiencia, ineficacia,… de esta,… aparecen como frecuentes coordenadas en los debates sobre la situación del sistema educativo; tiene al menos la virtud de poner sobre la mesa que hay formas muy diferentes de trasgresión de la normatividad. Y que algunas de ellas son justificables.

Así, no es extraño que la bibliografía empleada se nutra de autores como, por ejemplo, D. Lyons – “Un sistema jurídico no merece automáticamente el respeto que podríamos otorgarle con nuestra obediencia; el derecho debe ganarse ese respeto”- J.M.Muller – “La Desobediencia Civil se basa en el reconocimiento del hecho, mucho tiempo ignorado, de que la obediencia a la ley implica la responsabilidad del ciudadano, y que, en consecuencia, el que se somete a una ley injusta, carga con una parte de la responsabilidad de esta injusticia”- o L. Milani –Yo no puedo decir a mis muchachos que el único modo de amar la ley es obedecerla. Lo que puedo decirles es que deberán tener las leyes de los hombres en tal consideración que deberán observarlas cuando sean justas (es decir, cuando sean la fuerza del débil). Cuando por el contrario vean que no son justas (es decir, cuando sancionen el abuso del fuerte) deberán luchar para cambiarlas (...) Hay que tener el valor de decir a los jóvenes que todos somos soberanos, con lo cual la obediencia ya no es una virtud, sino la más engañosa de las tentaciones; que no crean poder escudarse con ella ni ante los hombres ni ante dios; que es preciso que cada uno se sienta el único responsable de todo”.

Educar en justicia y educar en la obediencia ciega a la ley son dos cosas bien distintas. Máxime si se tiene en cuenta que Justicia, Derecho y Ley no son expresiones sinónimas y que, por tanto, es posible desobedecer la ley concreta para no cometer o perpetuar una injusticia.

sábado, 12 de abril de 2008

La desobediencia como virtud.

Si hubo un tiempo en que la obediencia a las normas dejó de ser una virtud, y esta por ver si de verdad lo hubo, hoy los vientos soplan en sentido contrario, afianzando la idea de que lo democrático, lo ético, lo bueno, lo justo,… es obedecer las leyes que emanan de los parlamentos y que sancionan –llegado el caso- los tribunales competentes.

Sin embargo que lo legal, lo ético y lo democrático sean adjetivos con los que se pueda calificar a una misma cosa no significa que sean palabras o conceptos sinónimos, equiparables al cien por cien o intercambiables entre sí en cualquier situación.

Una ley puede ajustarse a los procedimientos vigentes para su gestación y, sin embargo, ser manifiestamente injusta. El proceso para su promulgación puede seguir al pie de la letra los mecanismos estipulados y, pese a todo, vulnerar elementales principios democráticos. Y lo mismo cabe decir de normas que no tienen rango de ley o de otras disposiciones u ordenes de la autoridad (edictos, autos, etc).

Por eso, en la medida en que las instancias, organismos, herramientas o espacios para enmendar a los poderes responsables de esos desajustes entre ley y justicia no están a mano de la ciudadanía de a pie, o no son suficientes, o son ineficaces, o simplemente no existen; se abre un resquicio para la desobediencia justificable.

Por que la obediencia, en esos casos, no es una virtud, sino –en palabras de Lorenzo Milani- la peor de las tentaciones. Una tentación que, además, nos hace co-responsables de la injusticia en cuestión.

A una de las formas en que esa desobediencia se encarna se la califica de “Civil”, para recalcar fundamentalmente su carácter ciudadano y democrático. Su justificación, en cualquier caso, no viene dada de antemano. Cada supuesto concreto exige una tarea de ponderación en que se analicen y sopesen los bienes jurídicos que hayan podido lesionarse, el grado de incidencia sobre los derechos de terceros, los derechos esgrimidos e incluso ejercidos por quienes desobedecen, la irreversibilidad de la incidencia o los daños de la norma impugnada, las formas y medios en que la desobediencia se exprese (colectiva, pública, no violenta,…), etc.

Pero esa justificación, ética, política e incluso jurídicamente hablando, es posible. Y la desobediencia es, en ocasiones, una virtud; no sólo se ve así misma como legítima y demanda tolerancia, sino que es la más democrática y justa de las opciones y las actitudes.

Una vieja canción.

Cuando se habla de recursos audiovisuales en la enseñanza enseguida se piensa en el Vídeo o el DVD, en la proyección de películas o en algunas aplicaciones informáticas y/o multimedia, casi siempre ligadas a la imagen.

La música, en el aula, parece estar circunscrita a las clases de eso, de Música. Y, a lo sumo, a la enseñanza de idiomas.

Es una visión pobre de tan rico recurso didáctico. Una perspectiva triste asentada sobre la costumbre o la falta de tiempo, medios y formación, entre otras (¿sin?)razones.

¿Qué impide, en el fondo, emplearla antes, junto o después de las diapositivas para explicar el Románico? ¿Qué impide, al fin y al cabo, recurrir a ella para acercarse a Nietzsche? ¿Qué impide, a la postre, llevar a cualquier aula el CD o el MP3?

Estas breves líneas, injustas quizá en tanto no profundizan en la crítica aportando los siempre precisos matices, se escriben desde el Ámbito Socio-Lingüístico de los Programas de Diversificación Curricular.

Un ámbito en el que se abrazan Ética, Lengua, Literatura, Historia, Arte,… y en el que la irreverencia musical de Kevin Johanssen sirve para recordar que el arte principal no es otro que pensar.

Un ámbito en el que conviven seis horas semanales jóvenes de diferentes orígenes, de distintas, cortas, pero a veces intensas biografías y donde la voz de Camarón, cantando por bulerías “Samara”, puede acortar distancias entre príncipes gitanos y reinas magrebíes.

Un ámbito, por terminar con un tercer ejemplo, en el que cabe una vieja canción –“No me llames extranjero”, de Rafael Amor- entresacada de exilios que no debieran olvidarse, de ansias de libertad que debieran tener su espacio en el presente y en el futuro. Una canción que nos recuerda que ‘extranjero’ y ‘frontera’, como todas, son palabras inventadas; aunque estas subsistan y perduren por el empeño de quienes las inventaron: “los que dividen y matan, los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños…” o en palabras de otro poeta (Salgado Campo) “los que desde mesas de conferencias y oscuros despachos disponen del alba de los hombres”.