Todo indica que Ágora, la última película de Alejandro Amenazar, va a poner de moda la figura de Hipatia de Alejandría; encarnada en el film por la actriz británica Rachel Weisz. De hecho diferentes crónicas y artículos ya se refieren a ella como la primera mujer científica y filósofa de Occidente; señalando la excepcionalidad de una mujer nacida en el siglo en el siglo IV después de Cristo, probablemente la última responsable de la Biblioteca de Alejandría, astrónoma, matemática y filósofa, linchada hasta su muerte por una turba de cristianos; alentada según algunas interpretaciones por Cirilo, Arzobispo de la ciudad, hoy en el santoral de la Iglesia Católica.
Excepcional, sin duda, Hipatia no fue, sin embargo, ni la primera ni la única mujer dedicada en la antigüedad a la Filosofía. Dentro de la escuela platónica en la que, como destacada sucesora de Plotino, se la inscribe, la antecedieron sendas Géminas (madre e hija) y Arria, en el siglo III, y mucho antes Lastenia de Mantinea y Axioteca de Fliasia (siglo IV a.C), ambas discípulas directas de Platón. A ellas, en un fugaz repaso por las diferentes corrientes filosóficas, cabe añadir a Teano, la más famosa de las pitagóricas; la estoica Porcia; la epicúrea Temista; la cínica Hiparquia; la megárica Nicarete; la cirenáica Arete;... o, no adscrita a escuela alguna, Diotina (S. V a.C) que, en materia de Filosofía del Amor enseñó al propio Sócrates.
En un artículo que tendrá ya unos cinco años -y de cuya traducción al castellano se ha tomado el título para estas líneas- Umberto Eco hace referencia a un libro escrito por Gilles Ménage en 1690, Historia Mulierum Philosopharum, que recoge esos y otros nombres vinculados a la Filosofía Antigua (añadiendo los de sendas filósofas medievales -Eloísa y Novella- en la segunda edición de 1692).
Ninguno de esos nombres de mujer aparece, sin embargo, en las actuales enciclopedias al uso. El Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora, por ejemplo, dedica una entrada a Hipatia, nada a las demás. Incluso entre filósofas recientes hay ausencias notables (Hannah Arendt, Agnes Heller,...)
Y en la traducción española de la Enciclopedia Oxford de Filosofía aparece la entrada “Eloisa, complejo de” para referirse a la tendencia de las mujeres en filosofía a idolizar o bien un colega masculino o un profesor (…), o bien un ‘gran’ filósofo vivo o muerto cuya bandera exhiben. Pero nada dice de la propia Eloísa.
En ambas obras, sin embargo, sí aparecen las fuentes que el propio Ménage emplea para componer sus retratos. Por citar algunas: Apolonio de Calcis, Plutarco, Diógenes Laercio, Estobeo, Máximo de Tiro, Clemente de Alejandría, Eunapio de Sarpes, Jacques Gaffarel,...
Quizá en ese sentido sea aplicable a la historia de la Filosofía lo que la historiadora del Arte Griselda Pollock afirma de su rama: que las mujeres han sido expulsadas de la historia del arte en el siglo XX, que en épocas anteriores hubo artistas celebradas pero que los historiadores contemporáneos las han marginado.
El libro de Ménage acaba de ser publicado en castellano por Herder, traducido por Mercè Otero Vital y con introducción y anotaciones de Rosa Rius Gutell. Ambas participaron, en 1997, en un libro colectivo titulado “Mujeres en la Historia del Pensamiento” (Anthropos, edición a cargo de Rosa Mª Rodríguez Magda).
Umberto Eco concluye el artículo a que se hacía referencia afirmando que no es que no hayan existido mujeres que filosofaran sino que los filósofos han preferido olvidarlas, tal vez después de haberse apropiado de sus ideas. Ambos libros permiten visibilizar esa realidad silenciada, oculta; constatar que, también en este ámbito, no hay un pasado homogéneo sino uno vencedor y muchos vencidos; ayudar, tomando una expresión de Walter Benjamin, a analizar la historia desde una mirada que pase sobre ella “el cepillo a contrapelo”.
P.D. El artículo de Umberto Eco puede leerse en el blog "Las Olvidadas".
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