El espacio público es de todos y todas, puede darse por cierto.
Pero esa certeza, más procedimental que real, no debe llevarnos a donde ya estábamos: A un espacio de tránsito, en el fondo vacío o sobre dirigido; domesticado, que no doméstico; un espacio sin libre uso.
Por ese camino nos quedamos en la democracia existente. La de las grandes palabras vacías; la de los grandes principios convertidos en falacias...
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