Mi cuerpo toca la madrugada
con sobresalto.
Se crece sobre la oscuridad,
contra el camino,
desposeido de tu presencia,
tu calor,
tu respiración.
Suspira
a pasos lentos
y bucea en una marea humana
- pleamar a las ochoquince,
bajamar a las dosquince-
que naufraga entre palabras.
Aturdido
espera un tren que no termina
de llegar.
Y finalmente
traquetea
arrastrado por la locomotora,
despedazándose sobre los raíles,
hacia crepúsculos lejanos
y plenilunios de recuerdos.
Mi mente
toca la madrugada,
la ignora,
se gira
y te abraza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario