En no pocas ocasiones
soy yo mismo el que se coloca
entre el bolígrafo y la pared.
Es como si mis neuronas se empeñaran sólo
en idear espacios sin salidas;
texituras que parecen obligar siempre
a tomar decisiones traumáticas,
pero que no existen más que en la imaginación.
La realidad es mucho más sencilla.
Quizá ahí resida su complejidad.
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