En el seno de la Escuela Sindical organizada por LA INTERSINDICAL el pasado mes de septiembre en Cieza; realicé una intervención dentro de una mesa redonda sobre formas alternativas de lucha y de movilización con el título que encabeza estas líneas.
Mis
palabras partían de la necesidad de acercarse a conceptos, a ideas,
que manejamos más o menos habitualmente; desde una reflexión que ha
de ir más allá del análisis de lo inmediato.
Además
intentaba huir de la jerga de rufianes que nos caracteriza a quienes,
mejor o peor, nos dedicamos a esto de la Filosofía; para invitar a
abrazar la filosofía política, la ética o la filosofía del
derecho, sin grandes miedos.
Lo que
siguen son las notas de esa charla, no su transcripción. Espero que
sirvan para animar los debates que sobre desobediencias vuelven a
ponerse encima de la mesa.
La
reflexión parte, precisamente, de lo mucho que se repite últimamente
en según que foros, dinámicas y movilizaciones un concepto peculiar
que parecía cosa del pasado: El de “Desobediencia Civil”.
Hace
ya unos cuantos años, Malem Seña, en un libro dedicado a este
ilegalismo recordaba una cita de Plamenatz que en 1968 afirmaba: “La
obligación política es un tema pasado de moda”.
La
realidad es cabezona. Y si las primaveras del 68 pusieron en la
picota la tendencia a pensar en pasado la desobediencia; la
insumisión al servicio militar obligatorio en el Estado Español
obligaría a replantear algunas de las cosas recogidas hasta entonces
en los libros de Filosofía.
Ahora
bien ¿de qué hablamos cuando hablamos de Desobediencia Civil?
De una
intervención socio-política que se ve a sí misma legítima en el
marco de los estados democráticos de derecho. Un acto voluntario,
intencional, premeditado, consciente, público, colectivo,
preferentemente no violento, que pretende o se expresa mediante la
vulneración de una ley, disposición gubernativa u orden que se
considera inmoral, injusta o ilegitima. Busca un bien colectivo,
apela a la comunidad y persigue un cambio legal.
Curiosamente
muchas de las cosas que englobamos bajo el paraguas en que a veces se
convierte el término, no casan con su definición.
No
pasa nada. La desobediencia Civil se define en la práctica tanto o
más que en la reflexión académico-doctrinal.
Pero
que el concepto tenga fronteras permeables no quiere decir que no las
tenga.
En ese
sentido viene bien llamar a las cosas por su nombre, para no perder
la batalla de las palabras; que es también la batalla de las ideas.
Viene
bien cuidar una palabra que, por lo demás, no nos pertenece; por que
hay usos de la misma con los que difícilmente podríamos
identificarnos, como ciertas objeciones fiscales justificadas en base
a políticas segregacionistas y racistas.
Y
viene bien pasar a utilizar otros conceptos, como el de desobediencia
social.
¿En
que sentido social? En el sentido al menos de extender una cultura de
la desobediencia, incluso de la desobediencia como virtud. En el
sentido también de mimar el pequeño gesto, lo que cabría denominar
micro-desobediencias. Cara por ejemplo a desmontar la LOMCE desde su
inaplicabilidad estas son una buena herramienta.
Quizá
toque ir preparándose para el combate abierto, al menos en lo que
hace a las resistencias activas y pasivas. Sin ir más lejos en las
respuestas antirrepresivas.
Sin
olvidar, por ejemplo, que el sabotaje bien entendido puede
considerarse una de las bellas artes.
Importa,
en esta apertura, aunar lo político, lo social, lo jurídico, lo
moral,... y lo psicológico. Por que desobedecer, como pensar,
cuesta. Y a desobedecer hay que aprender, a veces tragándose sacos y
culebras.
Sin ir
más lejos la adopción de la táctica o estrategia militar y su
traslación al conflicto social (basta pensar en algunas expresiones
de lo que se llamó 'bloque negro') nos suele generar, con razón,
problemas de toda índole (valores, ideas,...) que hemos de atender.
Pero
se puede y se debe ir mucho más allá. Una idea como la del cuerpo
como espacio y herramienta de desobediencia no tiene por que
reducirse a las estrategias de contención de las cargas policiales.
Eso sería paupérrimo. Vinculado a algunas corrientes de las teorías
Queer tenemos el pornoterrorismo; que más allá de su talante
performativo nos introduce de lleno en un conflicto en el que la
desobediencia lo es no sólo hacia normas legales sino hacia valores
culturales y morales.
El
campo de posibilidades es inmenso. Hay que pensarlo... y llevarlo a
la práctica.
1 comentario:
Carlos, te he intentado escribir al mail que tenía pero me lo devuelven, hazme saber el nuevo que tengo una propuesta que hacerte, o escríbeme a edicionesraro@yahoo.es o al facebook y te contesto
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