La
habitación por hacer,
la
cocina vacía,
el
salón a oscuras,
el
pasillo en silencio,...
son
una segunda piel
sobre
la piel magullada.
Por
un momento, sin medida,
en
cada esquina reside
la
seguridad,
la
calma.
Pero
es sólo un espejismo temporal.
El
ruido del ascensor
hace
añicos
esa
paz como de cementerio.
La
llave en la cerradura
desgarra
la carne
y
hace aflorar el miedo
latente.
La
mirada perdida.
La
palabra paralizada.
Tortura
de los días y las noches
que
se eterniza en la soledad.
"VI Grito de mujer", Bullas, 13 de marzo de
2016.
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