La sombra difuminada en la memoria,
el eco de un bastón sin pasos al lado,
la palabra inútil, la mirada ciega,
la presencia molesta que se soporta
por compasión y con cansancio.
Cercano ya a los nadies y a la nada,
un horizonte que se pierde en el pasado,
vacío que se replica en el silencio,
charco de indiferencia y de barro
que crece con la lágrima escondida.
Madera en la que se mutilaron los sueños,
exilio de las caricias y de los besos,
el kilómetro que crece sin camino,
esa tumba abierta llena del recuerdo
de versos desentrañados a media noche.
Ya soy, de nuevo,
lo que nunca hubiera querido ser.
Quizá soy yo quien debiera
darme una segunda oportunidad.
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