con sangre en los
caminos de la noche,
las manos mudas y
los labios huérfanos.
El moho crece sobre
la soledad
de un barco varado
en la carretera
que encuentra calor
sólo en el olvido.
La lentitud de la
mirada se hace reloj,
piel ajada y flor
marchita que resiste
en el agua turbia de
la aurora.
Como quien busca una
cabina de teléfono
o un buzón de
correos sin óxido en su boca
la palabra se hace
hace quietud.
Volví a amanecer
sin ojos; sin voz
que hiera amores.
Lejos,
en la
gruta oculta de los sueños astillados.
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