Sus aguas ya no son aguas.
Este 92 pasará a la historia como el año de las celebraciones y los grandes espectáculos: El V Centenario, la Expo, las olimpiadas, la capitalidad cultural,... Pero este 92 también tiene otras efemérides, sin duda más modestas, como son los diez años del nacimiento de la Coordinadora Pro-Río Segura y los cinco años del “Juicio del Río”.
Pienso que estos no son cumpleaños que deban celebrarse a la ligera. No basta con poner unas velitas, soplar y aplaudir. Hay que entrar en ellos, mirarlos con ojo crítico y sacar a la luz lo que suponen.
Y suponen diez años de un Segura que soporta más de 1500 vertidos contaminantes y un plan de saneamiento que se demuestra ineficaz e injusto, que sangra los bolsillos de las murcianas y los murcianos y es incapaz de poner en su sitio a quienes contaminan. Un Segura que sufre el robo de sus escasas aguas, que carece de un caudal mínimo. Un Segura que no puede alimentar su güerta, aquella güerta considerada el vergel de Europa y que hoy queda reducida cada vez más a un estéril paisaje moribundo. Un Segura que recorre una cuenca desnuda, erosionada. Un Segura que ya no ve a los rodrejiquios chapotear en sus aguas o correr entre los árboles de las riberas pues, en su mayoría, sus aguas ya no son aguas y los árboles se hicieron desaparecer. Un Segura amortajado por un encauzamiento a todas luces ineficaz, desaconsejado no sólo por ecologistas sino por biólogos, ingenieros,... y la propia CE. Un Segura, en fin, moribundo, que se duele, unas veces en silencio, otras embravecido, de sus heridas.
También son diez años de gente que abandona el silencio cómplice, que ha alzado la voz, ha clamado, denunciando el preocupante deterioro del agua, la tierra o el aire.
Son diez años de conferencias, de charlas, de audiovisuales, de panfletos, de revistas, de radio (en aquella entrañable 'Termita' que esperamos vuelva a emitir), de pancartas, de movilizaciones, de gritos,... Diez años en los que las voces ecologistas han sido desoídas, pero que han visto siete marchas en bici y verán la octava dentro de unos meses...
Son diez años que han dado mucho de sí; llenos de alegrías y tristezas, de ilusión y cansancio; que han generado tal cantidad de recuerdos que resulta difícil extraer uno en particular: Quizá aquel recorte de prensa que anunciaba, allá por el 82, la creación de la Coordinadora. Quizás el último cartel, ya firmado por La Garba Ecologista. El juicio, ese juicio que también cumple años y que se vuelve a repetir... Un juicio que se configura como toda una historia dentro de la historia general del batallar por un río vivo y que motiva un artículo dentro de un artículo:
“Un juicio originado tras la detención en aquel acto de 1987, un día de San José que no era fiesta. Un juicio que ya tuvo condenas, primero a multas, después a penas de cárcel y que vuelve ala actualidad tras la sentencia del Constitucional ordenando su repetición. Un juicio en el que, siempre he creído, no sólo se juzgan los acontecimientos de aquel día sino que se pone en la picota el derecho a defender un medio ambiente sano y una calidad de vida digna; que pone en la picota el derecho a resistir, a luchar,... Ahí reside la importancia de un juicio que no podemos perder por que no sólo atañe a cuatro personas sino a todas las gentes murcianas”.
Y mientras escribo esto, mientras se me juzga; quienes durante diez años o más han hipotecado nuestro futuro; quienes durante diez años o más han pretendido una población amordazada o sumisa; continuarán firmando, día tras día, la sentencia de muerte de nuestro río y, por tanto, la de esta tierra en que vivimos... ni mejor ni pero que otras; sencillamente, la nuestra.
Pienso que estos no son cumpleaños que deban celebrarse a la ligera. No basta con poner unas velitas, soplar y aplaudir. Hay que entrar en ellos, mirarlos con ojo crítico y sacar a la luz lo que suponen.
Y suponen diez años de un Segura que soporta más de 1500 vertidos contaminantes y un plan de saneamiento que se demuestra ineficaz e injusto, que sangra los bolsillos de las murcianas y los murcianos y es incapaz de poner en su sitio a quienes contaminan. Un Segura que sufre el robo de sus escasas aguas, que carece de un caudal mínimo. Un Segura que no puede alimentar su güerta, aquella güerta considerada el vergel de Europa y que hoy queda reducida cada vez más a un estéril paisaje moribundo. Un Segura que recorre una cuenca desnuda, erosionada. Un Segura que ya no ve a los rodrejiquios chapotear en sus aguas o correr entre los árboles de las riberas pues, en su mayoría, sus aguas ya no son aguas y los árboles se hicieron desaparecer. Un Segura amortajado por un encauzamiento a todas luces ineficaz, desaconsejado no sólo por ecologistas sino por biólogos, ingenieros,... y la propia CE. Un Segura, en fin, moribundo, que se duele, unas veces en silencio, otras embravecido, de sus heridas.
También son diez años de gente que abandona el silencio cómplice, que ha alzado la voz, ha clamado, denunciando el preocupante deterioro del agua, la tierra o el aire.
Son diez años de conferencias, de charlas, de audiovisuales, de panfletos, de revistas, de radio (en aquella entrañable 'Termita' que esperamos vuelva a emitir), de pancartas, de movilizaciones, de gritos,... Diez años en los que las voces ecologistas han sido desoídas, pero que han visto siete marchas en bici y verán la octava dentro de unos meses...
Son diez años que han dado mucho de sí; llenos de alegrías y tristezas, de ilusión y cansancio; que han generado tal cantidad de recuerdos que resulta difícil extraer uno en particular: Quizá aquel recorte de prensa que anunciaba, allá por el 82, la creación de la Coordinadora. Quizás el último cartel, ya firmado por La Garba Ecologista. El juicio, ese juicio que también cumple años y que se vuelve a repetir... Un juicio que se configura como toda una historia dentro de la historia general del batallar por un río vivo y que motiva un artículo dentro de un artículo:
“Un juicio originado tras la detención en aquel acto de 1987, un día de San José que no era fiesta. Un juicio que ya tuvo condenas, primero a multas, después a penas de cárcel y que vuelve ala actualidad tras la sentencia del Constitucional ordenando su repetición. Un juicio en el que, siempre he creído, no sólo se juzgan los acontecimientos de aquel día sino que se pone en la picota el derecho a defender un medio ambiente sano y una calidad de vida digna; que pone en la picota el derecho a resistir, a luchar,... Ahí reside la importancia de un juicio que no podemos perder por que no sólo atañe a cuatro personas sino a todas las gentes murcianas”.
Y mientras escribo esto, mientras se me juzga; quienes durante diez años o más han hipotecado nuestro futuro; quienes durante diez años o más han pretendido una población amordazada o sumisa; continuarán firmando, día tras día, la sentencia de muerte de nuestro río y, por tanto, la de esta tierra en que vivimos... ni mejor ni pero que otras; sencillamente, la nuestra.
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