domingo, 17 de octubre de 2010

Querido Eduardo...

A la memoria de Eduardo Bello.

Nos habíamos visto, después de mucho tiempo, antes del verano. En la vorágine de las oposiciones nos cruzamos llamadas y correos electrónicos. Siempre atento, pese al mucho trabajo que tenía en ese momento quería cuidar hasta el último detalle un certificado de sendos artículos publicados en Daimon -copia timbrada en pdf por e-mail, original esperando por si acaso,...-
A ver si hay suerte”, decía. Y como haberla la hubo, pero no lo suficiente, nos emplazamos para después de Agosto con un “la próxima seguro” y con la excusa de unas comunicaciones posibles... para hablar con más calma del presente imperfecto, del futuro indefinido, de los escritos a medias y de las muchas o pocas cosas que me habían tenido ocupado y fuera de juego.
Cuando me asiente en el nuevo instituto”, le dije.

Ya no podrá ser.
Llego tarde.
Es una sensación que tenía en el tanatorio el martes y el miércoles; y que aún ahora persiste.
Quizá forme parte de mi personalidad. Puntual para lo formal, para el día a día; siempre llego demasiado tarde o demasiado pronto a lo verdaderamente importante.

Tarde y a trompicones había llegado a esa facultad que, entonces, se hizo de “Filosofía” a secas; y de la que fuiste primer Decano.
A trompicones y tarde, con la cabeza puesta en otras cosas, terminé la carrera. Me pusiste una matricula de honor en “Teorías de la Justicia”. En otras asignaturas menos, mucho menos,... Al margen de que la cantina, ya lo sé, no es materia evaluable del currículo... Menos mal que de la Biblioteca tmabién hacía buen uso...
Espero otros compañeros y compañeras intuyan que también sus propuestas me interesaban... y aún hoy me interesan... Lo que probablemente no sepan es que a veces tú mediaste para que el prejuicio no me pudiera. Aunque ni tu carácter negociador pudiera convencerme de seguir aquellas materias que no me llenaban, que me resultaban cansadas, que ¿por qué no reconocerlo? Me obligaban a enfrentarme a ellas, a los retos que planteaban, al trabajo que suponían,...
También tarde y a trompicones me enganché a la posibilidad de la Tesis que me abriste... cuando ya debías intuir que tenía serios problemas para administrar y organizar adecuadamente mi trabajo intelectual, e incluso mi vida. Y aún así siempre estuviste ahí: Aunque yo empezaba a ser viejo para las becas de entonces, buscando un resquicio para alguna. O indicándome unas jornadas, un seminario, un congreso, una revista,...

El talento da para lo que da y encima se diluye con facilidad cuando lo mezclas con otras cosas... Pero tú, entre contacto y contacto esporádico, insistías... Así me convenciste, pese a que en la Sociedad de Filosofía las cosas ya andaban con andaban, para que presentara aquella comunicación a la Semana que se entremezcló con las Jornadas de la Asociación Española de Ética y Filosofía Política. Al final la enfermedad de mi compañera me impidió exponerla... ¿Cómo imaginar entonces que esa palabra cajón de sastre para tantas dolencias, cáncer, iba a estar tan tristemente ligada a ti?

Pero pongámonos en positivo, por que no todo ha sido ir a destiempo...
Amamos a las personas que jamás imaginamos amar como nadie puede imaginar que las amamos (ahí queda eso). Nos importa un bledo la diferencia, por ejemplo, de edad a la hora de elegir los labios que queremos besar. Y hemos coincidido, en buena parte, en el tiempo de nuestras paternidades. Un tiempo que ya nadie nos puede robar.
Por eso me duele tu ausencia... Por que puestos a palabrejas de esas que usamos en esta profesión nuestra, la de “empatía” hoy se me llena hasta desbordarse de sentido a la vez que se reduce a nombres -Encarna, Irene, Elena,...- clavándoseme ahí donde el corazón se hace metáfora y la respiración se entrecorta.

Me hubiera gustado verte, Eduardo, en este principio de curso por que me veía con ganas de hacer cosas: Esas jornadas de Barcelona, las otras de Coímbra, aquella cosuela sobre Kracauer para Daimon,...
Me hubiera gustado verte por que, además, me hubiera gustado que me vieras... Por que te merecías, ya que no te puedo dedicar la Tesis que ya no terminaré, haber visto que de pozos como el del alcoholismo se puede salir... a trompicones y tarde, como siempre, pero se puede salir...

Me duelen, ya, muchas muertes, Eduardo. Y no sólo por que nunca son pocas. La tuya me duele distinta a otras. Parecida a una para la que en su momento, a falta de palabras propias, me vinieron bien los versos que llorara Miguel Hernández pensando en ramón Sijé... Por que da lo mismo lo que digan las fechas de cuando naciste o falleciste... Demasiado temprano se te ha llevado la muerte.

4 comentarios:

elena sol dijo...

Ahora cualquier palabra me parece ligera y a destiempo. Solamente, un abrazo imaginado y no por ello menos real.

Carlos S. Olmo Bau dijo...

Gracias...
Me sumerjo en ese abrazo...

Manolo Hernández Iglesias dijo...

Has hecho un retrato de Eduardo. Era como tú lo describes, desde tu experiencia. Siempre nos quedará a todos la duda de si le hicimos saber que, en algún momento importante para nosotros y sólo para nosotros, nos dio el aliento que necesitábamos. A él esta duda le daría igual. A mí no.

Pedro dijo...

Gracias.