En la penumbra
aún
aspiro
a poner mi piel
entre tu piel
y tus armas.
A contener la rabia
con la que destrozas
a tu paso
las flores de almendro
que adornan
tu cuerpo.
Sobre un
oscura roja
mancha
creo
sentir
mis brazos alejándose
hacia tí,
como abrazándote
sin mí.
Estremecido sueño
de sauces amputados
en batallas sin gloria
posible.
En la oscuridad
me parece
adivinar
tu nombre
en el borde de un cuadro
apenas esbozado
a pinceladas rápidas y
difusas,
con ese frágil pigmento
que es la memoria.
Un rápido brillo a mi espalda.
Después
nada.
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