Cobarde para amar
y para desamar;
equivoqué todas las palabras,
todos los momentos,
todos los gestos,...
Culpable;
renuncio a todo alegato
en mi defensa
y,
ya condenado a odiarme a mí mismo,
asumo la cadena perpétua
del desprecio.
Hubiera querido quereros mejor,
pero no supe.
Arrastrando la infelicidad de ser feliz
pido perdón
sin esperar siquiera
olvido.
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