sábado, 21 de marzo de 2015

Recuerdos.


La vieja casa hacía frontera justo allí donde la ciudad se hacía pueblo, más que barrio. Las flores que inundaban los balcones aportaban el colorido que la fachada no tenía. La escalera oscura y húmeda delataba cualquier visita. El suelo, de azulejo descolorido, sólo era de madera en el estudio del abuelo. Una impresionante biblioteca rodeaba una imponente mesa. En un rincón, un pequeño mueble guardaba un tesoro bajo llave. Con el tiempo supe de la botella de brandy y la copa, allí honradas, que acompañaban las lecturas solitarias o las tertulias animadas. Sólo con el tiempo. Tras el eco de las bombas. Cuando la casa ya no existía y no había nada que celebrar.

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