Recuerdo
aquella camiseta de tirantes que te dejé.
Te estaba enorme
y dejaba escapar
tus pechos.
¿Era yo el que temblaba?
Recuerdo
tus pezones
y la manera que tenías
de sonreír
cuando me descubrías
ensimismado
mirándolos.
Nos separan ya
kilómetros
e historias;
y no puedes abalanzarte sobre mí,
ni encaramarte a mis hombros,
ni empujarme al sofá.
Era el tiempo en que
mañana o tarde
daban igual.
Y ese tiempo ya no existe.
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