Yo tenía un diccionario que me permitía descifrar las segundas intenciones de los discursos de los vientos.
Viejo y ajado, fue perdiendo páginas en cada batalla; para terminar empapado, ilegible, hundido en el barro, tras una feroz tormenta.
Hoy me acuesto sobre sus páginas en blanco y espero, como boxeador devenido en viejo sparring, la lluvia de golpes.
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