A estas alturas, con las próximas Elecciones Generales a la vuelta de la esquina, miles de personas habrán recibido una notificación en la que se le comunica que son parte integrante de una mesa electoral y que, obligatoriamente, han de presentarse en fecha y hora para ejercer las funciones derivadas de ello.
Es el momento de la picaresca... Como con el IRPF, pero con otra cadencia temporal... Y no son pocas las personas que intentarán acogerse a algunas de las causas que permiten no cumplir tan curioso deber cívico. En algunos casos con sobrada razón. Otros con argumentos ciertamente peculiares. Forzando a veces la interpretación de las causas de exención.
Habrá de todo: Razones médicas, razones profesionales, razones familiares (entre las que puede contemplarse incluso la asistencia a una boda, bautizo,... incluso viaje) o razones religiosas, que no es lo mismo que decir que de conciencia salvo que quien redactara y aprobara la normativa vigente considere que quienes no profesamos fe alguna no tenemos conciencia.
Es también probable que se den casos en sentido contrario: personas que querrían participar como presidentes o vocales en esas mesas y que no puedan o no les dejen por que a este país, sin ir más lejos, le queda aún mucho por hacer en materia de igualdad e integración de las personas invidentes, con discapacidades auditivas o problemas de movilidad. Por no decir que, en la actual situación económica, a no pocas personas le vendrían más o menos bien esos sesenta y dos eurillos que, si no me equivoco, se perciben a modo de dieta.
Lo que probablemente no merecerá apenas un espacio en los medios de comunicación es la realidad de aquellas personas que querrían negarse a participar en algo que, en vez de fiesta de la democracia (que suele decirse) parece un circo (y no el del sol, sino romano). Personas que consideran una burla a la inteligencia que un sistema político que apenas deja resquicios a la participación ciudadana las obligue a participación forzosa de cheques en blanco. Ahora que en la calle se pide más y mejor democracia; que se demanda al conjunto de la ciudadanía que sea consciente de que el elemento representativo del sistema no debería poder seguir ninguneando al elemento participativo; que se exige el fin de la dictadura de los mercados;... esta prestación personal obligatoria que es formar parte de una mesa electoral, es un insulto.
No sería una objeción de conciencia. No hay en esa negativa ánimo de librarse de una obligación molesta. Hay ánimo de cambiar la normativa vigente. Ánimo de alimentar una cultura política en la que la idea de democracia no se reduzca a depositar un voto cada equis tiempo y ya está. Cuando ese ánimo se expresa en forma de falta o delito, de manera colectiva, pública, consciente, buscando un bien colectivo,... se llama desobediencia civil.
Y estas democracias formales nuestras, sometidas a los intereses de unos pocos, necesitan, si quieren llegar a ser democracias reales, mucha, mucha desobediencia.
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