sábado, 12 de abril de 2008

Una vieja canción.

Cuando se habla de recursos audiovisuales en la enseñanza enseguida se piensa en el Vídeo o el DVD, en la proyección de películas o en algunas aplicaciones informáticas y/o multimedia, casi siempre ligadas a la imagen.

La música, en el aula, parece estar circunscrita a las clases de eso, de Música. Y, a lo sumo, a la enseñanza de idiomas.

Es una visión pobre de tan rico recurso didáctico. Una perspectiva triste asentada sobre la costumbre o la falta de tiempo, medios y formación, entre otras (¿sin?)razones.

¿Qué impide, en el fondo, emplearla antes, junto o después de las diapositivas para explicar el Románico? ¿Qué impide, al fin y al cabo, recurrir a ella para acercarse a Nietzsche? ¿Qué impide, a la postre, llevar a cualquier aula el CD o el MP3?

Estas breves líneas, injustas quizá en tanto no profundizan en la crítica aportando los siempre precisos matices, se escriben desde el Ámbito Socio-Lingüístico de los Programas de Diversificación Curricular.

Un ámbito en el que se abrazan Ética, Lengua, Literatura, Historia, Arte,… y en el que la irreverencia musical de Kevin Johanssen sirve para recordar que el arte principal no es otro que pensar.

Un ámbito en el que conviven seis horas semanales jóvenes de diferentes orígenes, de distintas, cortas, pero a veces intensas biografías y donde la voz de Camarón, cantando por bulerías “Samara”, puede acortar distancias entre príncipes gitanos y reinas magrebíes.

Un ámbito, por terminar con un tercer ejemplo, en el que cabe una vieja canción –“No me llames extranjero”, de Rafael Amor- entresacada de exilios que no debieran olvidarse, de ansias de libertad que debieran tener su espacio en el presente y en el futuro. Una canción que nos recuerda que ‘extranjero’ y ‘frontera’, como todas, son palabras inventadas; aunque estas subsistan y perduren por el empeño de quienes las inventaron: “los que dividen y matan, los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños…” o en palabras de otro poeta (Salgado Campo) “los que desde mesas de conferencias y oscuros despachos disponen del alba de los hombres”.

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