El de hibridación es un concepto procedente del mundo de las ciencias naturales que, de un tiempo a esta parte, viene empleándose también en las investigaciones antropológicas, sociológicas, estéticas, filosóficas,… y en ese cajón de sastre que, en definitiva, son los denominados estudios culturales.
No es, precisamente, un concepto unívoco. De hecho es posible encontrarlo referido a significados distintos y tiene una carga de equivocidad de la cual parece no querer desprenderse. Además su traslado desde la genética (aunque en español es también un término químico) no ha estado exento de polémica.
Sin embargo el modo de pensar las identidades, la cultura, la diferencia, las desigualdades, los procesos descolonizadores, los flujos interétnicos, las dinámicas globalizadoras, los entrecruzamientos artísticos… se ha visto sacudido por la irrupción de ese término. Una irrupción que ha modificado algo más que las maneras con que hablamos de esas y otras cuestiones.
¿A qué hace referencia la palabreja de marras, en esos ámbitos? A los más variados procesos socioculturales en los que estructuras y prácticas que existían de forma separada con anterioridad se combinan o acoplan generando nuevas estructuras, nuevas prácticas, nuevos objetos o nuevos sujetos.
Así planteado es un concepto que permite lecturas abiertas y plurales de mezclas y alianzas de todo tipo, más allá de la unión de pares (local/global, tradición/innovación, centro/periferia, rural/urbano, Norte/Sur…). Un concepto que obliga a repensar nociones vinculadas a otros procesos parejos (migratorios, de intercambio económico, comunicacionales, identitarios, de integración, de recuperación…) desde la conciencia de la ambivalencia e incluso contradicción que pueden conllevar, asumiendo que el conflicto es un agente que opera en unas dinámicas en las que hay lugar incluso para el desgarramiento.
Se trata, pues, de procesos más de intersección y transacción que de ósmosis, en los que no todo se reduce a fusión y cohesión sino que, antes bien, confrontación y diálogo también juegan su papel.
Puede plantearse que hibridación matiza, envuelve e incluso hace suyos otros conceptos como los de mestizaje, sincretismo, transculturalidad o creolización, entre otros.
Por lo demás, en cuanto que noción relativa a una realidad procesal, constituyente, en movimiento (se habla de hibridación no de hibridez) no debe olvidarse que el término en cuestión se define y llena de sentido no sólo desde la teoría sino también, igual o más, desde la praxis.
(Continua...)
Este artículo fue publicado originalmente en la revista Página Abierta, 183, julio de 2007.
Al respecto recomiendo visitar la página de la compañía de danza integrada Ruedapies.
También puedes pasarte por Cuerpo y Movimiento.
Sin embargo el modo de pensar las identidades, la cultura, la diferencia, las desigualdades, los procesos descolonizadores, los flujos interétnicos, las dinámicas globalizadoras, los entrecruzamientos artísticos… se ha visto sacudido por la irrupción de ese término. Una irrupción que ha modificado algo más que las maneras con que hablamos de esas y otras cuestiones.
¿A qué hace referencia la palabreja de marras, en esos ámbitos? A los más variados procesos socioculturales en los que estructuras y prácticas que existían de forma separada con anterioridad se combinan o acoplan generando nuevas estructuras, nuevas prácticas, nuevos objetos o nuevos sujetos.
Así planteado es un concepto que permite lecturas abiertas y plurales de mezclas y alianzas de todo tipo, más allá de la unión de pares (local/global, tradición/innovación, centro/periferia, rural/urbano, Norte/Sur…). Un concepto que obliga a repensar nociones vinculadas a otros procesos parejos (migratorios, de intercambio económico, comunicacionales, identitarios, de integración, de recuperación…) desde la conciencia de la ambivalencia e incluso contradicción que pueden conllevar, asumiendo que el conflicto es un agente que opera en unas dinámicas en las que hay lugar incluso para el desgarramiento.
Se trata, pues, de procesos más de intersección y transacción que de ósmosis, en los que no todo se reduce a fusión y cohesión sino que, antes bien, confrontación y diálogo también juegan su papel.
Puede plantearse que hibridación matiza, envuelve e incluso hace suyos otros conceptos como los de mestizaje, sincretismo, transculturalidad o creolización, entre otros.
Por lo demás, en cuanto que noción relativa a una realidad procesal, constituyente, en movimiento (se habla de hibridación no de hibridez) no debe olvidarse que el término en cuestión se define y llena de sentido no sólo desde la teoría sino también, igual o más, desde la praxis.
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Este artículo fue publicado originalmente en la revista Página Abierta, 183, julio de 2007.
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