miércoles, 19 de febrero de 2014

Educación, diversidad, desobediencia (y 6)



            Recapitulando

Lo planteado es sólo un punto de partida, de entre otros posibles, para explorar posibilidades, comprobar dificultades y esbozar vías a ensayar. Tareas todas que exceden el tiempo y la extensión previstas para una injerencia a la que le ha llegado la hora de recapitular.
Procesos en la resolución de conflictos es el título del taller que nos ha reunido hoy aquí. Lo que esta intervención quiere poner encima de la mesa es que la desobediencia, la disidencia, la insolencia,... no sólo son formas en que pueden expresarse los conflictos, sino maneras en que pueden articularse las respuestas a ellos, mecanismos (normalmente no suficientes por sí solos) para su resolución. Formas, maneras y mecanismos que deberían estar presentes en una educación que desee contar entre sus logros con una ciudadanía activa y una cultura de participación, en vez de, sencillamente,  con mera la formación de súbditos. Formas, maneras y mecanismos, en fin, para los que sin duda hay un papel a la hora de afrontar uno de los retos con que hoy se enfrenta la sociedad y, por tanto, la propia educación: lograr el respeto a las diferencias personales y culturales, recorriendo a la para las sendas de la igualdad y la justicia social.
Tan grave error sería sobrevalorar el papel de la desobediencia como lo hubiera sido, a mitad más o menos de esta reflexión, generalizar su bondad. La educación para la deobediencia no puede, por sí sola garantizar el reconocimiento y el respeto a la diferencia, la implantación de situaciones de diálogo y de esfuerzo por alcanzar una mayor comprensión mutua,  la construcción de principios universales y mínimos de valor que permitan regular la convivencia entre sujetos y grupos diferentes, la adopción de medidas encaminadas  a favorecer la lucha contra la pobreza, la marginación, la discriminación o el racismo. No puede. Lo que sí puede es aportar su grano de arena.
Los males citados no pueden explicarse sólo sobre la base de  la colaboración, la complicidad o la indiferencia de la mayoría; pero no se producirían (al menos como se producen hoy) sin estas. Poniendo un ejemplo concreto: una de las razones por las cuales no es posible la reinserción social de las personas penadas es por que no hay una demanda social en este sentido. La reinserción y reeducación son imposibles –además de por otros muchos factores- porque aún siendo imperativos constitucionales, no son imperativos sociales.
Desobedecer y enseñar a desobedecer puede ayudar a cambiar este triste panorama.

Bibliografía:

-          Camus, A.; El hombre rebelde, Alianza, Madrid, 1996 (3ª).
-          Jares, X.R.; Educación para la paz. Editorial Popular, Madrid, 1991.
-          Lyons, D.; Ética y derecho, Ariel, Barcelona, 1986.
-          Meyer, L.; La insolencia (ensayo sobre la moral y la política), Ariel, Barcelona, 1996.
-          Milani, L.; “Carta a los jueces”, en Sinite, nº 49.
-          Milgram, S.; Obediencia a la autoridad: un punto de vista experimental, Desclee de Brouwer, Bilabo, 1980.
-          Muguerza, J.; “De la realidad de la violencia a la no-violencia como utopía”, en Revista Internacional de Sociología, nº 2, Madrid, 1992.
-          Muller, J.M.; Significado de la noviolencia, CAN, Madrid, 1983.
-          Novara, D.; Scegliere la pace. Guida metodologica. Abele, Turín, 1989.
-          Porrit, J.; Seeing Green: The politics of ecology explained. Basil Blacwell, Oxford, 1984.
-          Thoreau, H.D.; Walden. La desobediencia civil. Ediciones del Cotal, Barcelona, 1979.

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